Niños de la etnia Warao |
Edgar López
Delta Amacuro
www.el-nacional.com
“Yo le doy mi voto al que me pague 500 bolos”, grita en
claro e inteligible castellano Elio Beria. Sin levantarse del chinchorro donde
se mece, el joven warao aporta pistas sobre los excepcionales resultados
electorales de los últimos 6 años en la comunidad Domusimo, compuesta por 2
hileras de 30 palafitos sin paredes que permiten ver hasta detalles íntimos del
modo de vida indígena a orillas del Orinoco, en el estado Delta Amacuro.
Hace poco cumplió 18 años de edad y votará por primera vez el 7 de octubre. Su primera opción es apoyar la reelección de Hugo Chávez, pero no dudaría en votar por Henrique Capriles Radonski si alguien de la oposición le “compra” su oferta. Si no apoya al oficialismo, Elio Beria alterará los récords registrados en la Escuela Concentrada Sin Número, uno de los siete centros de votación de la parroquia Curiapo, del municipio Antonio Díaz.
Datos del Consejo Nacional Electoral revelan que en las presidenciales de 2006 y en el referéndum constitucional de 2007 la votación de los 237 electores de Domusimo (la mayoría emparentados entre sí y de apellido Beria) retó la estadística con resultados anómalos: cero abstención, cero votos nulos y todos los sufragios a favor del oficialismo.
Domusimo es uno de los casos extremos de un universo de 5.580 centros clave, ubicados en zonas rurales y ciudades pequeñas, identificados por la Coordinación de Análisis y Seguimiento del Comando Venezuela. En ellos el historial de los últimos 6 años arroja resultados como los de la abstención cero, las votaciones 100% favorables al Gobierno o patrones fuera de los promedios parroquiales. Esos centros constituyen 17% del padrón electoral: 3.289.068 electores. El Bajo Delta aporta aproximadamente 19.000 sufragios equivalentes a 0,5% de ese total. Por sí solos, esos votos tienen importancia marginal, pero sumados con los de los puntos más apartados del país pueden ser decisivos en la elección presidencial.
A Curiapo sólo se puede llegar después de seis horas de navegación fluvial desde Tucupita o dos horas desde Guyana. No llegan los diarios y apenas hace seis meses se instaló una antena para la comunicación a través de teléfonos celulares.
Es un terreno fértil donde el oficialismo recoge el respaldo de la mayoría de la población, 80% indígena, como fruto de la asistencia social. Las misiones se administran como un gesto de bondad del Presidente y no como una obligación estatal asociada con los derechos constitucionales. La zona está abandonada por la oposición, como admiten dirigentes de la Mesa de la Unidad Democrática en Delta Amacuro.
Cédulas por comida. Félix Beria, un joven de 25 años de edad, se muestra desencantado: “Aquí los del Gobierno llegan sólo unos pocos días antes de las elecciones. Te traen una bolsa de comida, matan un cochinito de 20 kilos y te dan una presa para que votes por ellos. Yo era chavista. ¿Y qué tengo? Ni sueldo ni nada. Por aquí vinieron a hacer unas viviendas y no me dieron porque no voté por Digna (Digna Sucre, alcaldesa de Antonio Díaz).
Sin miedo ni nada que perder, Félix saca un afiche de Capriles que tenía guardado en su casa, ágilmente trepa al poste más alto de Domusimo y cuelga la imagen.
La mayoría lo toma como una broma intrascendente, excepto Marisol Beria, que deja el fogón en el que cocina ocumo para aclarar que todos los warao de Domusimo son chavistas porque, directa o indirectamente, han sido favorecidos por el Gobierno: “Yo tengo un trabajo como madre procesadora. Mis 2 niños están inscritos en la Misión Hijos de Venezuela. Recibo 2 palos 400 mensuales –2.400 bolívares– por cada uno. Siempre he votado por el Presidente y volveré a votar por él”.
Hasta el momento del atrevimiento de Félix Beria, en Domusimo sólo había una señal de la proximidad de las elecciones: un afiche de Chávez en la entrada del palafito del cacique Tirso Beria.
“Aquí siempre hemos votado por él, pero necesitamos más ayuda del Gobierno. Soy el cacique, pero no puedo obligar a nadie. No tengo real para pagarle a la gente de la comunidad la cantidad que pide”, afirma el hombre de aproximadamente 60 años de edad y cabeza rapada, quien confirma que el oficialismo entrega bolsas de comida por votos.
“A mí me pagaron 300 bolívares en las elecciones de la alcaldesa —completa Luis Beria, otro habitante de la comunidad—. Estaba en la milicia y estábamos montando la mesa de Cangrejito (otro de los centros de votación de Curiapo). Los del CNE agarraban a los ancianos y, con lo que llaman chuleta, votaban por ellos. Los militares están de acuerdo, le hacen la segunda para que el PSUV gane. Eso fue lo que vi”.
Hace poco cumplió 18 años de edad y votará por primera vez el 7 de octubre. Su primera opción es apoyar la reelección de Hugo Chávez, pero no dudaría en votar por Henrique Capriles Radonski si alguien de la oposición le “compra” su oferta. Si no apoya al oficialismo, Elio Beria alterará los récords registrados en la Escuela Concentrada Sin Número, uno de los siete centros de votación de la parroquia Curiapo, del municipio Antonio Díaz.
Datos del Consejo Nacional Electoral revelan que en las presidenciales de 2006 y en el referéndum constitucional de 2007 la votación de los 237 electores de Domusimo (la mayoría emparentados entre sí y de apellido Beria) retó la estadística con resultados anómalos: cero abstención, cero votos nulos y todos los sufragios a favor del oficialismo.
Domusimo es uno de los casos extremos de un universo de 5.580 centros clave, ubicados en zonas rurales y ciudades pequeñas, identificados por la Coordinación de Análisis y Seguimiento del Comando Venezuela. En ellos el historial de los últimos 6 años arroja resultados como los de la abstención cero, las votaciones 100% favorables al Gobierno o patrones fuera de los promedios parroquiales. Esos centros constituyen 17% del padrón electoral: 3.289.068 electores. El Bajo Delta aporta aproximadamente 19.000 sufragios equivalentes a 0,5% de ese total. Por sí solos, esos votos tienen importancia marginal, pero sumados con los de los puntos más apartados del país pueden ser decisivos en la elección presidencial.
A Curiapo sólo se puede llegar después de seis horas de navegación fluvial desde Tucupita o dos horas desde Guyana. No llegan los diarios y apenas hace seis meses se instaló una antena para la comunicación a través de teléfonos celulares.
Es un terreno fértil donde el oficialismo recoge el respaldo de la mayoría de la población, 80% indígena, como fruto de la asistencia social. Las misiones se administran como un gesto de bondad del Presidente y no como una obligación estatal asociada con los derechos constitucionales. La zona está abandonada por la oposición, como admiten dirigentes de la Mesa de la Unidad Democrática en Delta Amacuro.
Cédulas por comida. Félix Beria, un joven de 25 años de edad, se muestra desencantado: “Aquí los del Gobierno llegan sólo unos pocos días antes de las elecciones. Te traen una bolsa de comida, matan un cochinito de 20 kilos y te dan una presa para que votes por ellos. Yo era chavista. ¿Y qué tengo? Ni sueldo ni nada. Por aquí vinieron a hacer unas viviendas y no me dieron porque no voté por Digna (Digna Sucre, alcaldesa de Antonio Díaz).
Sin miedo ni nada que perder, Félix saca un afiche de Capriles que tenía guardado en su casa, ágilmente trepa al poste más alto de Domusimo y cuelga la imagen.
La mayoría lo toma como una broma intrascendente, excepto Marisol Beria, que deja el fogón en el que cocina ocumo para aclarar que todos los warao de Domusimo son chavistas porque, directa o indirectamente, han sido favorecidos por el Gobierno: “Yo tengo un trabajo como madre procesadora. Mis 2 niños están inscritos en la Misión Hijos de Venezuela. Recibo 2 palos 400 mensuales –2.400 bolívares– por cada uno. Siempre he votado por el Presidente y volveré a votar por él”.
Hasta el momento del atrevimiento de Félix Beria, en Domusimo sólo había una señal de la proximidad de las elecciones: un afiche de Chávez en la entrada del palafito del cacique Tirso Beria.
“Aquí siempre hemos votado por él, pero necesitamos más ayuda del Gobierno. Soy el cacique, pero no puedo obligar a nadie. No tengo real para pagarle a la gente de la comunidad la cantidad que pide”, afirma el hombre de aproximadamente 60 años de edad y cabeza rapada, quien confirma que el oficialismo entrega bolsas de comida por votos.
“A mí me pagaron 300 bolívares en las elecciones de la alcaldesa —completa Luis Beria, otro habitante de la comunidad—. Estaba en la milicia y estábamos montando la mesa de Cangrejito (otro de los centros de votación de Curiapo). Los del CNE agarraban a los ancianos y, con lo que llaman chuleta, votaban por ellos. Los militares están de acuerdo, le hacen la segunda para que el PSUV gane. Eso fue lo que vi”.
Mayores detalles sobre lo que ocurre en el Bajo Delta
ofrecen los pobladores de Ajotejana, otro caserío apartado. Aunque allí hay una
escuela mayor que la de Domusimo, no se utiliza como centro de votación y los
electores deben navegar media hora por el Orinoco hasta la comunidad Jobure.
Los registros del CNE indican que en la mesa 2 del centro
Concentración Escolar Número 8, en Jobure, Chávez en 2006 obtuvo 100% de los
sufragios, no hubo votos nulos y la abstención fue de 41,71%. En las
parlamentarias de 2010, el PSUV ganó con 100%, tanto por lista como nominal,
tampoco hubo votos nulos y la abstención fue de 11,94%.
Algunos admiten que se sienten intimidados por el
oficialismo. “La gente de Digna recogió todas las cédulas. Vienen y dicen:
‘Mira, dame la cédula’. Como nosotros somos warao y no sabemos votar, se las
damos. Ellos votan por nosotros…”, asegura Yubisay Rojas, de 21 años de edad,
beneficiaria de la Misión Hijos de Venezuela quien, por ello, está dispuesta a
sufragar por Chávez. Silvia Ortega, de 51 años de edad, nacida y criada en
Ajotejana, reconfirma: “Una señora siempre vota por mí. Así ha ocurrido como
cinco veces”. Vicente González, otro vecino del lugar, de 59 años de edad,
agrega: “Aquí vienen y traen una bolsita de comida. El día de las elecciones
recogen la gente y los ponen en cola en el centro de votación. Como somos
indígenas y la mayoría no entiende cómo votar, ellos llegan, ras, y votan en
nuestro lugar. ‘Ya está listo, váyase para su casa’, les dicen”.
Bárbara González, que hace las veces de enfermera de Ajotejana,
ha permitido que otros voten por ella e igualmente declara su lealtad a Chávez.
“Está ayudando a la gente”, dice, aunque lamenta que la ayuda no alcance para
que los enfermos sean atendidos en camilla. “A veces, para poner un suero tengo
que pedir un chinchorro prestado”, dice la joven de 28 años de edad. No todos
los warao se muestran tan vulnerables. Joyaira Lugo tiene 28 años de edad, se
graduó en la Escuela Latinoamericana de Medicina, de La Habana, y regresó a
Curiapo para formar líderes que conduzcan el proceso político que dirige Chávez
a formas de autogobierno.
En el mayor centro poblado de Curiapo, capital del
municipio Antonio Díaz, residen aproximadamente 2.000 personas. Desde el Centro
de Diagnóstico Integral de Barrio Adentro, que alberga 35 médicos, enfermeros y
técnicos cubanos, Lugo afirma que todos los programas sociales han llegado al
Bajo Delta: “Para nosotros era un sueño estudiar en la universidad, y ahora
tenemos una aldea que gradúa licenciados en Educación”.
Niega que el Gobierno compre voluntades y votos: “La mejor
forma de agradecer los beneficios que percibimos es darle continuidad a este
proceso revolucionario. Por encima de las estigmatizaciones, los warao, los
indios que estamos en el monte, tenemos conciencia y pensamos”.
Combustible de la maquinaria. La actividad social,
económica y política de Curiapo se concentra alrededor de una plaza con un
pequeño busto de Antonio José de Sucre que contrasta con la estatua de Santa
Bárbara, de aproximadamente 10
metros de alto.
La imagen de la patrona de Curiapo es más alta que los
postes de electricidad, en cada uno de los cuales cuelga el rostro sonriente de
Chávez sin el más mínimo vestigio de competencia opositora. La conversación en
voz baja con los lugareños permite inferir que muchos sienten miedo, pues dicen
que quien se aleja del oficialismo pierde la principal, y para algunos única,
fuente de beneficios económicos y sociales.
Una planta de tratamiento de agua que funciona desde hace
cinco años contribuye con la salud de los habitantes y diferencia el lugar de
las comunidades más lejanas. Son esas, precisamente, las obras que exhibe José
Gregorio Sucre, coordinador municipal de Comando Carabobo, diputado a la
Asamblea Legislativa de Delta Amacuro y hermano de la alcaldesa, para explicar
por qué Curiapo es chavista.
“En el municipio Antonio Díaz hay 4.816 hijos de Venezuela
y sus madres que reciben los beneficios de esa misión. Tenemos 1.766 personas
mayores pensionadas por el Seguro Social. Casi todo el mundo es beneficiario de
algún programa. Toda esa bondad permite que la gente asuma el compromiso de
votar por el proceso. Recogemos frutos del trabajo que hemos hecho por Chávez y
la revolución”, dice.
El oficialismo ha avanzado en la promoción de los consejos
comunales en las 346 comunidades indígenas organizadas de la parroquia. “En
Curiapo hay 177 consejos comunales constituidos y todos han recibido recursos”,
insiste Sucre.
El coordinador del Comando Carabobo pide la presencia de
Ángel Herrera, presidente del consejo comunal de Wanakasi, que se presenta como
el principal líder de su comunidad. “Mi hermano es el cacique, pero yo mando un
poquito más que él, y le digo: ‘Vamos a recoger la gente para votar por Chávez,
como lo hicimos la primera vez’. Les recuerdo a todos los que van a votar que
ya salieron los reales de los muchachitos y que por ahí vienen los de los
ancianos. Y toditos estamos con el Presidente”.
Apoyado en el testimonio de Herrera, Sucre desmiente las
denuncias de irregularidades durante los últimos procesos electorales que
confirman otros warao: “¿Cómo van a hablar de secuestro de indígenas y de
despojo de cédulas si, como dice el líder de Wanakasi, él recoge a su gente y
la lleva al centro de votación voluntariamente?”. Para lo de la bolsa de
comida, Sucre tiene una explicación sencilla: “Ese día los indígenas no salen a
pescar ni a trabajar y se les da por eso”. La gasolina para movilizar las
embarcaciones es imprescindible en el Bajo Delta. En una jornada electoral es
un insumo estratégico porque sin él no pueden movilizar a los votantes. El
responsable de la maquinaria del PSUV en Antonio Díaz lo admite: “Es lo más
importante. En el Comando Carabobo nos abastecemos de todo y no nos pueden
acusar de acaparamiento. Para el 7 de octubre, en Curiapo necesitaremos 10.000 litros de
gasolina y tenemos 3 embarcaciones para hacer la gira política”.
Ervis Arbeláez, secretario de la MUD en Delta Amacuro,
resume: “Los votos del Bajo Delta son los más caros del país”. Y se refiere al
elevado costo del traslado de votantes, asociado al precio de la gasolina que
se requiere para las embarcaciones. Un tambor de 200 litros puede costar
hasta 1 millón de bolívares, asegura Arbeláez.
“Nos impiden abastecernos de combustible. Se confabulan la
FAN, el CNE y la Fiscalía con el PSUV. Tienen todo el poder y los recursos. El
ventajismo es escandaloso y ha persistido impunemente. El oficialismo contrata
lanchas que no utiliza, para que la oposición no las pueda contratar”, dice
Nelson, dirigente de MIN Unidad.
El candidato de la oposición a la Gobernación, Arévalo
Salazar, agrega que el Poder Electoral y el Ministerio Público han ignorado las
denuncias de fraude que se han formalizado, particularmente sobre el referéndum
constitucional de 2007 y las elecciones regionales y locales de 2008. La meta
del bloque opositor para el 7-O es modesta: “No vamos a ganar, pero si nos
ponemos las pilas le podemos sacar unos cuantos votos”, considera Alexis
Medina, ex militante del PSUV, ex candidato a alcalde del municipio Antonio
Díaz por el PCV, y el que colocó frente a su casa el segundo afiche de Capriles
en Curiapo. De madre warao y padre guyanés, Medina describe el robo de votos
como una vieja práctica de neocolonización: “Lo mismo hacían los adecos y
copeyanos, que ahora aparecen como dirigentes del PSUV”.
La huella como garantía. José Miguel Guédez,
coordinador estadal de Defensa del Voto, asegura que el 7-O habrá testigos de
la oposición en todos los centros de votación del Bajo Delta. Esta vez, dice,
contarán con la colaboración de militares retirados que participaron en otros procesos
electorales y podrían evitar que funcionarios del Plan República actúen
parcializadamente.
Con un año en el cargo de director del CNE en Delta
Amacuro, Cándido Aray dice que desconoce las irregularidades denunciadas por la
oposición y confirmadas por los warao. Consultado sobre los controversiales
resultados en los dos centros de Curiapo, pregunta: “¿Cómo me dijiste que se
llaman esas comunidades?, ¿dónde es que quedan exactamente?”. Y toma nota como
si fuera la primera vez que le mencionan el asunto.
El funcionario se siente más cómodo al hablar de las
garantías de transparencia para las próximas elecciones, relacionadas con la
incorporación del Sistema de Autenticación Integrado: “Si en el pasado alguien
se apropió de las cédulas de los electores ahora eso no sería suficiente para
cometer fraude, pues el sistema sólo se activará con la huella del votante
debidamente registrada en cada mesa de votación”.
En Delta Amacuro hay 113.246 electores habilitados y de
ellos 14.743 actualizaron sus datos a través del operativo Pon tu huella. Aray
explica que quienes no lo hicieron tendrán que hacerlo el día de la elección,
como requisito para votar: “Si la máquina no reconoce la impresión dactilar, un
miembro de mesa la registrará y la incorporará inmediatamente al sistema. Sólo
la actualización de la huella permitirá que un elector vote”.
En el Bajo Delta nunca se han utilizado captahuellas, pero
el funcionario asegura que el 7 de octubre, las 290 mesas de los 178 centros de
votación del estado, incluso los de más difícil acceso, contarán con la
tecnología que imposibilitaría la usurpación de identidades. Aray confía en la
rectitud de los 178 operadores y 87 técnicos de soporte del CNE que se
desplegarán en los 4 municipios de Delta Amacuro, y advierte que si alguno
incurre en irregularidades él mismo lo pondrá a las órdenes de Fiscalía: “Nadie
podrá votar por otro porque el sistema está blindado contra el fraude”.
Si a ello se suman testigos que hagan cumplir la ley en
todos los centros de votación del Bajo Delta se dignificará el derecho al
sufragio de los warao. A Elio Beria, en Domusimo, no le será tan fácil vender
su voto por 500 bolívares.
Ventajismo e impunidad
Las denuncias de fraude electoral en el Bajo Delta se han
formulado oportunamente, aseguran los dirigentes de los partidos políticos de
oposición. Pero sólo Ricardo Koesling, ex candidato a diputado de la AN por el
partido Piensa en Democracia (Piedra), tiene en sus manos copia de los
argumentos y pruebas consignados ante el Ministerio Electoral y el CNE.
“Técnicamente resulta imposible que en una mesa de
votación puedan sufragar 100% de los electores y que todos lo hagan por un
mismo candidato. De los inscritos, ninguna persona murió ni estuvo enferma ni
se ausentó de la jurisdicción. Nadie simpatizó por otro candidato que no fuera
el del PSUV ni repartió su voto ni dejó de votar por todas las opciones”,
indicó Koesling en la denuncia formalizada ante la Junta Electoral del estado
Delta Amacuro, el 13 de octubre de 2010.
Antes de las últimas elecciones parlamentarias, Koesling
había denunciado ante el fiscal superior de Delta Amacuro la incorporación al
Registro Electoral de aproximadamente 50.000 votantes que no existen. Precisó
que a través de la Misión Identidad se expidieron cédulas para facilitar el
fraude, por el cual responsabiliza a las autoridades del Gobierno regional y a
los dirigentes del PSUV.
“Una sola persona podía tener varias cédulas, las cuales
eran retenidas por un partidario del Gobierno hasta el día de la elección para
utilizarlas en las mesas donde no hubiera testigos de la oposición”, indicó el
abogado en el documento consignado ante el Ministerio Público el 29 de junio de
2010.
El denunciante llamó la atención sobre la recurrencia del
apellido Aloy (363 veces) en el municipio Pedernales, así como del apellido
Beria (463 veces) en el municipio Antonio Díaz. Koesling pidió el cotejo de las
identidades mediante el cruce de los datos del RE con los del Registro Civil y
la Onidex (hoy Saime). Ninguna de las denuncias de Koesling ni de otro
dirigente de oposición deltano ha sido investigada, de acuerdo con los
registros de la Fiscalía.
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